Exitoso segundo concierto en el Auditorio Nacional Relato fantástico de Mark Knopfler al ritmo de sus viejas guitarras JAIME WHALEY El rasguido crudo, el sello característico de las tonadas-relatos de Mark Knopfler, inundó de nuevo el Auditorio Nacional la noche del miércoles en tanto que el público hizo lo mismo en los tres niveles del inmueble para la segunda presentación de este genial guitarrista en la capital, dentro de su gira del 2001 denominada Sailing to Philadelphia y que tocará 21 países. El ex guitarrista de Dire Straits y músicos que lo acompañan, cimbraron el recinto chapultepequense y la concurrencia se metió en un viaje por esas nubes del telón con las tonaditas de corte cachondón exquisitamente ejecutadas con las viejas Fender a las que secundan unos teclados mágicos y unos brotes explosivos de antología en los cueros aporreados con destreza por Chad Cromwell. Knopfler y compañía -sería injusto el sólo mencionarlo a él- giraron del relato fantástico de Praire wedding, que cuenta las viscicitudes del soltero solitario que, cansado de su soledad, manda pedir a su novia por correo a la exultante Sultan of swing, opus en el que el lucimiento en el escenario no deja lugar a dudas que se está ante unos artesanos en esto del toquido de esas viejas guitarras (la más antigua data del 54 del siglo pasado) precursoras del rock-country, quizás el que gestó el sonido actual. Una y otra vez y otra más, el mozo de estoques de Knopfler le cambia al matador, al primer espada de la noche, el instrumento. Va la Gibson por la Fender triangular que ya también se troca por la Pensa y así transcurre la eléctrica velada. Se salta gimnásticamente de la tonadilla de las tierras altas de Escocia al cajun, el criollo digamos del sur de nuestros vecinos del norte, allá en donde se siembra el algodón, y ya el sexteto, que con Mark se hace septeto, se revienta una pieza en la van, acordeón, violín, guitarra de madera, el singular banjo, contrabajo y una tarola, ''solo una'' advierte Knopfler, para remarcar la habilidad de Cromwell pero el resto de la compañia, Richard Bennett, Glenn Worf, Mike Henderson, Guy Fletcher y Geraint Watkins, no van a la zaga y la enésima salva de aplausos no tarda en escucharse. Speedway at Nazareth , Baloney again, ambas incluidas en el más reciente álbum, el que da nombre a la gira, y que, dicen, es el primero que Mark graba desde 1996, no prenden tanto como lo hizo Romeo and Juliet en el que el inútil galán le deja saber a la amada que no sabe hacer nada pero que por ella lo haría todo y ¡ufff!, la yupizza se emociona y abandona las butacas para ponerse de pie y contonearse pero el climax llegó con la cerradora, Telegraph road, un ejercicio cum laude de cuerdas, teclas y tambores, que deja en el aullido a la delirante clientela. |